Prensa Presidencial, Caracas.- El camino a Santiago de Cuba había sido «duro y largo». No obstante, la «empresa llena de peligros» que significaba la Revolución finalmente se declararía triunfante el 1° de enero de 1959.

Al mando del comandante Fidel Castro Ruz, fundador del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), el Ejército Rebelde hirió de muerte a la dictadura de Fulgencio Batista, quien terminaría huyendo hacia República Dominicana la noche del 31 de diciembre de 1958, no sin antes dejar al general Eulogio Castillo a la cabeza de la Junta Militar que se instaló en Campo Columbia.

El objetivo de la debilitada dictadura no era otro que impedir la victoria de la Revolución, razón por la cual el gobierno provisional se instauró con la bendición de la Embajada de Estados Unidos. Era una traición a la palabra empeñada por Eulogio Cantillo, quien había prometido a Fidel Castro no urdir otro golpe de Estado en La Habana, impedir la fuga de Fulgencio Batista y no negociar con el gobierno de Estados Unidos. No cumplió ninguna condición.

«En Columbia prepararon un ‘golpecito’ de espaldas al pueblo, de espaldas a la Revolución y, sobre todo, de acuerdo con Batista. Puesto que la verdad hay que decirla y puesto que venimos aquí a orientar al pueblo, les digo y les aseguro que el golpe de Columbia fue un intento de escamotearle el triunfo a la Revolución (…) El golpe de Columbia fue un golpe ambicioso y traidor que no merece otro calificativo», sentenció Fidel Castro ante la multitud agolpada en el Parque Céspedes de Santiago de Cuba el 1° de enero de 1959.

En rechazo a la maniobra golpista de Eulogio Cantillo, el líder del Ejército Rebelde convocó a una huelga general bajo la consigna «Revolución sí, golpe de Estado no» que, apoyada masivamente por el pueblo cubano, aseguraría la victoria de la Revolución.

En simultáneo, los comandantes Ernesto «Che» Guevara y Camilo Cienfuegos seguían rumbo a La Habana para sitiar las posiciones de la capital. Así lo hicieron: al mediodía de 1° de enero de 1959 tomaron sin resistencia el regimiento de Campo Columbia y la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, respectivamente.

A la cabeza de las tropas del II Frente Frank País, el comandante Raúl Castro ocupó el Cuartel Moncada. Un día más tarde, sería designado Jefe Militar de la provincia de Oriente.

El Ejército Rebelde resultó el pilar decisivo de la victoria, así como también lo sería la participación de campesinos, obreros y mujeres como combatientes o colaboradores en el Llano o en la Sierra Maestra. En este sentido, diría Fidel Castro Ruz que «fue el alma de la Revolución» y la génesis del nacimiento de la Patria nueva.

«De sus armas victoriosas emergió libre, hermosa, pujante e invencible la Patria nueva. Sus soldados reivindicaron la sangre generosa vertida en todas las contiendas por la independencia y con la suya propia cimentaron el presente socialista de Cuba. Las armas arrebatadas a los opresores en épica lucha las entregaron al pueblo y con el pueblo se fundieron, para ser desde entonces y para siempre el pueblo armado», subrayó durante la presentación del Informe Central del I Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), celebrado en 1975.

La «madre de las revoluciones latinoamericanas», denominada así por el Comandante Eterno Hugo Chávez, era la concreción del proceso emancipador iniciado por la generación de Carlos Manuel Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo, Máximo Gómez, José Martí, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras a mediados del siglo XIX.

La victoria popular también selló la lucha por la libertad que emprendían los sectores populares al instalarse el régimen del 10 de marzo de 1952. De ahí viene el asalto al Cuartel Moncada (1953), la creación del Movimiento 26 de Julio (1955), el desembarco de la expedición del Granma (1956) y la movilización de tropas en la Sierra Maestra, donde se creó el I Frente José Martí del Ejército Rebelde para ejecutar la Guerra de Liberación Nacional contra la dictadura de Fulgencio Batista.

«Los hombres que cayeron en nuestras tres guerras de independencia juntan hoy su esfuerzo con los hombres que han caído en esta guerra; y a todos nuestros muertos en las luchas por la libertad podemos decirles que por fin ha llegado la hora en que sus sueños se cumplan. Ha llegado la hora de que al fin ustedes, nuestro pueblo, nuestro pueblo bueno y noble, nuestro pueblo que es todo entusiasmo y fe; nuestro pueblo que quiere de gratis, que confía de gratis, que premia a los hombres con cariño más allá de todo merecimiento, tendrá lo que necesita», aseveró Fidel Castro al caer la noche del 1° de enero de 1959.

En el corazón de Santiago de Cuba, el líder del Ejército Rebelde declaró la victoria de la Revolución. Esta vez sí llegaría al poder.

«No será como en el 95 que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto, intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García que había peleado durante 30 años, no quisieron que entrara en Santiago de Cuba. No será como en el 33 que cuando el pueblo empezó a creer que una Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó la Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura por once años. No será como en el 44, año en que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder y los que llegaron al poder fueron los ladrones. Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas. Esta vez sí que es la Revolución», puntualizó.

Desde el Parque Céspedes, ante una marea humana que aplaudía la mayor gesta protagonizada por los pueblos latinoamericanos, el comandante Fidel Castro declaró a Santiago de Cuba como capital provisional, dado que era «el baluarte más firme de la Revolución» y establecer en su territorio el Gobierno de la República daría a entender que «este va a ser un gobierno sólidamente respaldado por el pueblo en la ciudad heroica y en las estribaciones de la Sierra Maestra, porque Santiago está en la Sierra Maestra».

Esa noche también se proclamó a Manuel Urrutia como Presidente de Cuba, personaje que describía Fidel como «el magistrado que dijo que la Revolución era justa».

No se despediría Fidel Castro sin ratificarle a su pueblo «con modestia, con sinceridad, con profunda emoción que aquí en nosotros, en sus combatientes revolucionarios, tendrán siempre servidores leales que solo tendrán por divisa serviles».

De Santiago de Cuba, el Ejército Rebelde partiría con dirección a La Habana en un recorrido de más de mil kilómetros denominado «Caravana de la Libertad», que inició el 2 de enero y finalizó la madrugada del 9 de enero.

Empezaba así un proceso de profundas transformaciones, donde no solo se expulsaría al imperialismo que mantenía en miseria a las grandes mayorías, sino donde se cambiarían las bases económicas y sociales al garantizar el derecho al empleo, la vivienda, la salud y la educación gratuita.

Al asumir Fidel Castro como Primer Ministro de Cuba, se aprobó la rebaja general de alquileres y la apertura de las playas de para el disfrute del pueblo, así como la intervención de las compañías que monopolizaban los servicios públicos.

Por otro lado, la entrada en vigencia de la Ley de Reforma Agraria eliminó el latifundio al otorgar la propiedad de tierra a campesinos, arrendatarios y precaristas. Esta medida afectó los intereses de empresas estadounidenses, estremeciendo así los cimientos del modelo de dominación neocolonial.

EE.UU. se declaró entonces enemigo de la Revolución, promoviendo en lo sucesivo una malintencionada campaña mediática en su contra. No resultó como esperaba e inicio una política sistemática de hostigamiento, entre los que se encuentran: la invasión frustrada de Playa Girón (1961) y la crisis de los misiles (1962), así como atentados terroristas e intentos de magnicidio contra Fidel Castro.

Sin embargo, las peores consecuencias a la población cubana derivan del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto en 1962 por el entonces presidente de EE.UU., John F. Kennedy, mediante la Ley de Ayuda Externa de 1961.

A pesar de la asfixia económica que aún persigue la rendición del pueblo cubano, la Revolución continúa avanzando hacia la modernización en aras de garantizar el bienestar y la estabilidad social.

Cuba, ejemplo de resistencia y dignidad

Es su capacidad de resistencia la que convierte a la Revolución Cubana en guía de los procesos progresistas de América Latina.

«Un bastión de la dignidad latinoamericana», así consideraba a Cuba el Comandante Hugo Chávez, quien defendió siempre la experiencia cubana como esencia del proyecto transformador de largo plazo que preveía para Venezuela.

Sus palabras no solo reconocían a la Revolución Cubana, sino al «soldado, soñador, ejemplo sin duda para todos» que era su líder Fidel Castro.

«Fidel le puede mostrar la cara con integridad plena y con moral absoluta, no solo al pueblo cubano, sino a todos los pueblos del mundo. Cuba bloqueada, casi sin recursos desde el punto de vista material, pero conducida por Fidel y construida por su pueblo ha entrado al siglo XXI en una situación social que envidian los pueblos de América Latina y el Caribe», diría Chávez sobre quien considerara «un padre, un “compañero, un maestro de la estrategia perfecta», citado por el periódico Granma.

La admiración por la Revolución Cubana también caracteriza al presidente de la República, Nicolás Maduro, quien reivindica la vocación solidaria e internacionalista del proyecto forjado por Fidel Castro, el Che Guevara y Camilo Cienfuegos.

«El triunfo de la Revolución Cubana vino a cambiar todo lo que debía ser cambiado, obteniendo prodigiosos logros al promover y garantizar los derechos sociales de su pueblo, así como encomiables avances en las ciencias, la cultura y las artes. Una Revolución que ha dado lecciones al mundo por su carácter solidario e internacionalista, llevando educación, salud y dignidad allí donde el imperialismo solo siembra guerra, hambre y miseria», enfatizó.

El patriotismo que fundamenta la Revolución Cubana se renueva cada 1° de enero no solo en la Mayor de las Antillas, sino en los pueblos del mundo que mantienen la lucha por su autodeterminación.

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